Estimadas familias:
Seguimos con los relatos ganadores, y en esta ocasión, le toca el turno a tercero. De todos los relatos presentados el ganador fue "El viaje del piojo Manolín" de Irene P.C.
Manolín era un piojo que había vivido toda su vida en la cabeza de Don Rodolfo, que se lavaba poco. Rodolfo se fue haciendo viejete y se quedó calvete, por eso, el piojo Manolín, se vio obligado a salir de viaje en busca de aventuras para encontrar una cabeza donde anidar, un nuevo hogar.
Un día, llegó a la cabeza de Maripili, la más cuqui del barrio. Pero, allí duró poco. Maripili usaba tanta laca y tenía el pelo tan tieso y cardado que no podía ni echarse una siesta en condiciones. Así que Manolín se fue.
Siguió buscando y pasó a la cabeza del feriante Ataulfo, que paseaba su cabra por el campo de fútbol. Saltaba feliz de rizo en rizo pero pronto se cansó nuestro piojito. Se mudó a la cabeza de la cabra, que se llamaba Maruja, pero estaba tan loca, que pronto salió de allí, eso no había piojo que lo aguantara.
Siguió su viaje y llegó al bar de Paco, y se coló en la cabeza del más borracho. Tanto vino había bebido que nuestro piojo salió dando tumbos mareado perdido. Se pasó de rebote, a la cabeza de Chema el panadero, pero tenía la calva tan brillante que patinó hasta la peluca de Doña Telma, la abuela del barrio, que olía a croqueta. Ese pelo de mentira a Manolín no le gustó.
Triste iba por la vida porque no le gustaba ningún lugar, cuando llegó a un parque donde la música sonaba muy fuerte. Por curiosidad se acercó. Había gente muy contenta bailando y cantando pero Manolín solo se fijó en una cosa que lo dejó alucinado con los ojos abiertos con platos... una cabeza grande con rastas largas hasta la cintura. El dueño de esa maravilla era Chencho, un joven hippie muy divertido. El piojo Manolín saltó y escaló hasta llegar a la cabeza. ¡Qué maravilla de lugar! Allí encontró una fiesta de piojos de lo más divertida. Además al final de la pista vio a la piojita más bonita que jamás había visto. Lupita, la piojita, le sonrió y le lanzó un besito saltarín que le llegó al corazón.
Al poco tiempo, Manolín y Lupita se casaron y tuvieron preciosos piojitos. Vivieron felices en su hogar. Nunca les faltó una rasta donde bailar, estaban abrigaditos en invierno y en verano solían ir a Tarifa a surfear.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Gracias y enhorabuena a Irene. Mañana más.
Un saludo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario